Documento Homenaje Obispo Francisco Anabalón Duarte en 2012

“Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. Mateo 28:20 RVR 1960.

 

Antecedentes:

REPÚBLICA DE CHILE CÁMARA DE DIPUTADOS LEGISLATURA 360ª Sesión 93ª, en martes 30 de octubre de 2012 (Ordinaria, de 11.07 a 14.57 horas) Presidencia de los señores Monckeberg Díaz, don Nicolás; Recondo Lavanderos, don Carlos, y Marinovic Solo de Zaldívar, Don Miodrag. Secretario, el señor Álvarez Álvarez, don Adrián. Prosecretario, el señor Landeros Perkič, don Miguel.

Desarrollo:

VI. HOMENAJE HOMENAJE A OBISPO EVANGÉLICO SEÑOR FRANCISCO ANABALÓN DUARTE, RECIENTEMENTE FALLECIDO.

(1) “ El señor MONCKEBERG, don Nicolás (Presidente). - Por acuerdo unánime de todas las bancadas, corresponde rendir homenaje al obispo evangélico señor Francisco Anabalón Duarte, recientemente fallecido, quien SESIÓN 93ª, EN MARTES 30 DE OCTUBRE DE 2012 6 9 fue presidente de la Iglesia Pentecostal Apostólica y del Consejo de Pastores de Chile, y tuvo una relevante participación en la elaboración de la ley N° 19.638, sobre igualdad religiosa.

 

En la tribuna de honor se encuentran su esposa, la señora María Valenzuela; sus hijos David y Daniel, y sus hermanas Magaly y Patricia. También nos acompañan los obispos señores Emiliano Soto, presidente de la Mesa Ampliada de Iglesias Evangélicas; Eduardo Durán, presidente del Concilio Nacional de Iglesias Evangélicas de Chile, junto con todo su directorio; Roberto López, presidente de la Iglesia Metodista Pentecostal; Daniel Rodríguez, vicepresidente del Consejo Nacional de Obispos y Pastores de Chile; la pastora señora Juana Albornoz, directora de la Mesa Ampliada de Entidades Evangélicas, y el capellán evangélico de la Cámara de Diputados, pastor Joel Vidal. ¡Obispos, pastores, diáconos y diaconisa oficiales e integrantes de las diversas iglesias evangélicas de Chile, estimada familia, sean muy bienvenidos a este sentido homenaje!

 

En primer lugar, en nombre de la bancada del Partido Socialista, tiene la palabra el diputado señor Carlos Montes. El señor MONTES (de pie). - Señor Presidente, honorable Cámara, distinguidos invitados y, especialmente, familia de nuestro obispo Francisco Anabalón: Hace pocos días falleció el querido obispo Francisco Anabalón Duarte.

 

Desde luego, se trata de una gran pérdida para su familia, pero más aún para su iglesia y, creo, para todo el país. Obispo de la Iglesia Pentecostal Apostólica, moderador del Comité de Organizaciones Evangélicas (COE), presidente del Consejo de Pastores de Chile y presidente de la Sociedad Bíblica Chilena, fueron algunas de las responsabilidades que ejerció el obispo Anabalón. Fue una de las más reconocidas figuras del pueblo evangélico en nuestro país en las últimas décadas. Lo conocí durante la discusión de la iniciativa de ley de igualdad religiosa. Como Presidente de la Comisión que analizó esta importante materia, pude conocer la inmensa calidad personal e intelectual del obispo Anabalón.

 

Fue un hombre reflexivo, con un sólido conocimiento de su fe y de la religión en general, y de su relevancia y trascendencia para el ser humano; pero, además, con un análisis muy certero del rol de los credos en la sociedad y del derecho que les asiste a las personas a profesar y expresar sus creencias. Creo que representó en forma brillante al mundo evangélico, en su justo derecho de ser reconocido como igual ante la ley y el Estado.

 

Sin duda, el obispo Anabalón se inscribe en nuestra historia republicana entre aquellos que abrieron el camino a una sociedad cada vez más inclusiva y acorde a los nuevos tiempos, a un Chile más libertario, que respeta los derechos y las ideas de todos. Sin embargo, el rol y el fruto del obispo Anabalón no se quedan en este hito. Fue pionero e impulsor de la instauración de las capellanías, expresión concreta de la libertad e igualdad en nuestro Estado.

Dio una larga lucha por ello y por el reconocimiento a los pastores en el aparato público. También estuvo detrás de la creación del Servicio de Acción de Gracias de Fiestas Patrias, que se ha transformado en una tradición y un rito obligado de la celebración de nuestra vida independiente como nación.

 

Recibió críticas en su momento, pero la historia consolidó esta fecha como una expresión de fe y tolerancia. Fue un hombre que vivía intensamente. Tras asumir como presidente de la Iglesia Pentecostal Apostólica de Chile, se esmeró por engrandecerla y hacerla crecer. Su esfuerzo y trabajo tesonero permitieron llevar la palabra de Dios a muchos lugares, incluso a países vecinos. Fue un gran comunicador, un hombre que llenaba con su voz los espacios y que era capaz de mantener la atención de la audiencia. Era claro, certero y emotivo.

 

En sus prédicas y reflexiones se trasuntaba su enorme fe, su apego entrañable a su iglesia y, por, sobre todo, su amor incondicional al prójimo, características y cualidades que heredó tanto a sus hijos como a una generación de pastores que creció y aprendió de su ejemplo de espiritualidad y de su valía humana.

 

Una iglesia con propósito fue, en sus propias palabras, su principal anhelo con respecto al rol y propósito que las iglesias evangélicas y católica deben jugar dentro de la sociedad chilena, sabiendo que el mensaje del Evangelio es también un llamado a la solidaridad y a ocuparse activamente de los más desvalidos.

 

Sabemos que al obispo Anabalón no le gustaban los homenajes. Con su sencillez, humildad y, sobre todo, su estricta visión acerca de la necesidad de llevar la palabra de Dios a sus hermanos nos diría que solo cumplía un deber.

 

Sin embargo, nosotros estamos ante el deber de reconocer su inmenso aporte, de expresar nuestra convicción de que su trabajo, como el de otros pastores, quedará grabado para siempre en la ley de igualdad religiosa, y de señalar, con fuerza, que el obispo Anabalón se levanta, sin duda, como uno de los grandes chilenos de las últimas décadas, por cuanto ayudó a difundir y poner ante el país el testimonio de vida de las iglesias cristianas y de sus millones de fieles.

 

En nombre de la bancada del Partido Socialista, quiero expresar a su familia y a sus hermanos en la fe nuestro cariño y admiración por el obispo Francisco Anabalón, y nuestra sincera solidaridad por la aflicción que, como es natural, ocasiona su partida.

 

Sabemos que encontrarán consuelo en la convicción de que está junto a Dios, como es la certeza de quienes tenemos fe, y de que ha partido a ese encuentro rodeado del afecto y admiración de muchos que sentimos que el mayor homenaje que podemos hacerle es perseverar en el camino del Evangelio y de justicia social, libertad e igualdad, por el que tanto luchó. He dicho. -Aplausos.

 

El señor MONCKEBERG, don Nicolás (Presidente). - En nombre de la bancada de la Unión Demócrata Independiente, tiene la palabra el diputado señor Iván Moreira. El señor MOREIRA. - Señor Presidente, estimados pastores, hermanos, yo soy hijo de Dios y estoy aquí por eminencia, como diputado de la República, porque Dios nos pone en el lugar que nos corresponde en la vida, pero también nos saca de él. Como cristiano y en nombre de mi partido, resulta emotivo expresar esta mañana nuestro reconocimiento a un obispo, a un pastor de la Iglesia Evangélica de Chile que dejará para siempre una huella en el corazón de Chile y de quienes lo conocieron. “Las leyes no cambian los corazones. Nuestra misión es cambiar los corazones de los seres humanos”.

 

Estas emotivas palabras corresponden al discurso que entregó el obispo Francisco Anabalón Duarte cuando se aprobó la iniciativa legal que dio lugar a la ley N° 19.638, sobre libertad de culto. Anabalón fue un actor relevante en la aprobación de dicha normativa, no solo por su lucha incansable para que el pueblo evangélico fuera reconocido en igualdad a otros credos, sino porque su espíritu inagotable de fe permitió unir al pueblo chileno, garantizando que todos quienes profesan una religión puedan hacerlo en libertad y plenitud.

 

Debemos estar conscientes y no debemos olvidar las discriminaciones que han sufrido en nuestro país algunas religiones, algunos credos, incluyendo al pueblo evangélico. Se trata de situaciones que permanecen frescas en la memoria, pero que también enaltecen los férreos propósitos de igualdad, respeto y libertad que motivaron la vida y obra del obispo Anabalón.

Recuerdo que, en septiembre pasado, el obispo Francisco Anabalón Duarte escribió para la revista institucional “Tocando vidas”, que “la Biblia es fuente de vida”. Hoy, cuando parlamentarios y miembros de la comunidad y del Gobierno -representado por su ministro Larroulet, autoridad que mantiene permanente contacto con las iglesias evangélicas y protestantes- nos reunimos para realizarle un sentido homenaje, sus dichos adquieren un valor incalculable.

 

El obispo Anabalón Duarte fue una fuente inagotable de vida, lucha y amor por el pueblo evangélico y por Chile. Tuve el privilegio de conocerlo personalmente; compartí con él y escuché su prédica. Fue bendecido con el don de la palabra. Sus discursos eran capaces de emocionar y de estremecer, porque hablaba con el corazón y desde la convicción que mueve la fe. 

 

Por todos son conocidos la dedicación y el servicio a la obra de nuestro señor Jesucristo que realizó el obispo Anabalón, pero muchos desconocen que, así como amó a su iglesia, el Templo Central, lugar donde sirvió por más de cincuenta años y en el cual predicó cada domingo, también fue un hombre que se entregó por completo a su familia y que heredó a sus hijos la importancia de la educación y la trascendencia de la música.

 

Fue un hombre sencillo, un pastor que sembró entre sus fieles la importancia del respeto. Jamás dejó solo a quien lo necesitó y supo siempre tender una mano amiga, una mano de solidaridad, de amor y de generosidad. Su hijo David me confesó que el obispo Anabalón fue un padre severo y con una devoción muy especial hacia sus cuatro hijos, que era de carácter fuerte, que admiraba la inteligencia, el humor y la hermosura de su mujer, María, quien siempre lo acompañó; que estaba tremendamente orgulloso de sus nietos; que era un hombre apasionado por los debates de ideas, un bilingüe y un admirador de la cultura norteamericana. También que fue un viajero que jamás olvidó el nombre de las calles de París, Ámsterdam o Singapur, lugares a los cuales llegó a predicar.

Fue un pastor que siempre recordó la cara y el nombre de cada persona que se acercó a saludarlo; un pastor de convicciones claras, de fe y de amor, un hombre que practicaba aquello de “buscad a Dios y todo lo demás vendrá por añadidura”.

 

Por todo eso, sé que nos hará mucha falta ese líder espiritual que fue el obispo Francisco Anabalón. Lo necesitamos y esperamos que su alma y su espíritu estén presentes en cada pastor que tiene que predicar la palabra del Señor.

 

En ese sentido, entendemos que el pueblo cristiano tiene la responsabilidad de ser fuente y riqueza espiritual. Hoy, el pueblo cristiano es una reserva moral de Chile, y que hay que cautelar y resguardar. Esa es la labor de todos los pastores y líderes espirituales del pueblo cristiano. Dios nos pone pruebas difíciles de aceptar; la partida del obispo Anabalón es una de ellas.

 

Por eso, hoy más que nunca debemos recordar que “más Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Desde la tierra debemos entender y aceptar cada una de las palabras de Dios, que el obispo Anabalón supo consagrar como una prueba para determinar la realidad de la salvación. “Dios nuestro, Padre de la luz, Tú has enviado al mundo tu palabra, sabiduría que sale de tu boca, y que ha reinado sobre todos los pueblos de la tierra”. Todo lo que nos dejó el obispo Francisco Anabalón es una muestra de sabiduría, esperanza y dedicación; una luz de cambio y de profundización en valores tan importantes y trascendentales como la libertad, la justicia, la fe, el respeto y el amor al prójimo. Quiero destacar que en la palabra de Dios (Hebreo 10:25) se nos enseña que “debemos reunirnos como Iglesia, como congregación, con el propósito de edificarnos, para que juntos podamos conocer más de la palabra de Dios, y también tener compañerismo con otros hermanos de nuestra misma fe.

 

Una gran barrera de reto para cada nuevo creyente es la de asistir regularmente a los cultos y es por donde nos ataca el enemigo. Es por eso que como un nuevo creyente le animamos a asistir regularmente a la Iglesia”. Con palabras como esas, el obispo Anabalón construyó su obra y también los caminos para unir a Chile en la fe. No puedo dejar de recordar que entre sus confesiones me contó que él oraba todos los días por las autoridades de nuestro país.

 

Su aspiración no era el poder, sino la unión. Oraba por las autoridades, porque tienen el deber de conducir y construir una mejor calidad de vida para sus ciudadanos. El Presidente Sebastián Piñera tuvo el privilegio de conocer al obispo Anabalón. Lo destaco, porque el Primer Mandatario estuvo presente en la misa de su funeral y porque este Gobierno ha estado comprometido con el pueblo evangélico, en el sentido de asumir un compromiso relacionado con treinta medidas destinadas a fortalecer y dar un trato igualitario a su fe.

 

Mañana, en la ceremonia que habrá en La Moneda, seguramente se darán a conocer todos los avances que se han hecho en esa materia. Lo importante para Francisco Anabalón era construir una sociedad más igualitaria, más respetuosa de sus diferencias, de manera de ser capaces de convivir como hermanos. Por tantas cosas, por su obra, gracias a la familia de Francisco Anabalón; gracias a su mujer, a sus hijos; gracias por el legado y el testimonio de vida que el obispo Francisco Anabalón nos ha dejado. “Señor Jesús, abre mis ojos y mis oídos a tu palabra. Que lea y escuche yo tu voz y medite tus enseñanzas. Despierta mi alma y mi inteligencia, para que tu palabra penetre en mi corazón y pueda yo saborearla y comprenderla. Dame una gran fe en ti, para que tus palabras sean para mí otras tantas luces que me guíen hacia ti por los caminos de justicia y verdad.” “Habla, Señor, que yo te escucho y deseo poner en práctica tu doctrina, porque tus palabras son para mí, vida, gozo, paz y felicidad”.

 

Aquí está el alma, aquí está el espíritu de nuestro obispo Francisco Anabalón. Hoy, la Cámara de Diputados y la UDI quieren hacer llegar a la familia de Francisco Anabalón sus más sentidas condolencias por su partida. Nos ha dejado un gran hombre, un gran obispo evangélico, un gran padre que contribuyó de forma exitosa y desinteresada a la Iglesia Pentecostal Apostólica y al Consejo de Pastores de Chile. Un abrazo a toda la familia de Francisco Anabalón, a su esposa, María; a sus cuatro hijos, Pablo, Daniel, David y Ruth, y a todo el pueblo evangélico. Esperamos que ese espíritu que ronda por Chile, que esa alma que está en los cielos logre finalmente el gran sueño del pueblo cristiano y, en particular, del obispo Anabalón, cual es hacer de Chile un país para Cristo. He dicho. -Aplausos.

 

El señor MONCKEBERG, don Nicolás (Presidente).- Tiene la palabra el diputado señor Alberto Robles. El señor ROBLES (de pie).- Señor Presidente, estimados colegas diputados y diputadas, familia de nuestro homenajeado obispo Francisco Anabalón Duarte, obispos, pastores, pastoras, pueblo evangélico de Chile: En nombre del Partido Radical, del Partido por la Democracia, de la Democracia Cristiana y del Partido Comunista, rindo homenaje al obispo evangélico Francisco Anabalón Duarte. Señor Presidente, recordar en este Hemiciclo al obispo evangélico Francisco Anabalón Duarte, miembro desde su juventud de la Iglesia Pentecostal, es un merecido y justo reconocimiento a quien brindó por años, en cuerpo y alma, su cariño, afecto y dedicación por lograr una sociedad mejor mediante el Evangelio y su visión del cristianismo.

 

El obispo Francisco Anabalón Duarte conoció en vida el significado del compromiso social y del bien común, comprendió y vivió la religión desde el amor al prójimo, y ante la dura adversidad, logró difundir el mensaje evangélico, en el sentido de alcanzar una sociedad que respeta las diferentes creencias y que considera a todos los chilenos como hijos de un país en que todos podemos convivir en paz y armonía.

 

 La consecuencia y la persistencia de este hombre en llevar el mensaje del Evangelio a todos los rincones de Chile no tienen que ver con su figura humana, tampoco con afanes de protagonismo social, político o económico.

 

Su tenacidad y perseverancia nace del seno de una familia cristiana, nace del mensaje que su padre anidó en su corazón, haciéndose carne, sangre y testimonio hasta el último de sus días, en que visitó a sus hermanos, siempre comunicando una palabra de aliento y de ánimo por lograr una mejor convivencia en nuestra comunidad. Pero, ¿quién fue el obispo Anabalón para merecer este destacado relato que debiera conmover a todos los presentes? Una persona digna de recibir hoy un homenaje respetuoso; una figura que quiso dejar en vida lo mejor de sí para su familia y para todos sus hermanos y hermanas, convencido de que, con respeto, humildad y empatía, muchas personas asumirían el revelador mensaje del Evangelio.

 

El obispo Anabalón nació un 14 de marzo de 1937. Fue hijo del obispo Francisco Anabalón Rosales, destacada figura de la Iglesia Evangélica chilena, quien dio inicio al trabajo que más tarde continuaría su hijo, a quien hoy brindamos este merecido homenaje. Casado con la pastora María Valenzuela, con quien tuvo cuatro hijos, tres varones y una dama, formó una familia con la cual creció su amor por la difusión de la Biblia en Chile, que realizó por muchos años mediante su participación como obispo de la Iglesia Pentecostal Apostólica.

 

La principal labor que asumió el obispo Francisco Anabalón Duarte durante todos los años que difundió el evangelio fue, en sus propias palabras, la de “consolidar lo que se venía haciendo”; es decir, trabajar en amistad y respeto con las autoridades civiles, continuar la expansión de la misión cristiana, consolidando, a su vez, las obras ya existentes, y enfocar la visión de la misión haciendo de esta “Una Iglesia con Propósito”.

 

Una vida junto a la Iglesia marcó la existencia del obispo Anabalón, quien creció a su alero. Sus primeros pasos a temprana edad, así lo describen sus más cercanos que lo conocieron desde pequeño, fueron apoyados en los bancos de alguno de los templos que su padre, el obispo Anabalón Rosales, pastoreaba.

 

Para nadie fue extraño que su evidente sensibilidad y atento respeto por sus pares lo acercara al cristianismo y a la iglesia que lo vio crecer, asumiendo desde joven grandes desafíos para el mundo evangélico, que hoy lo han instalado como uno de sus más queridos e importantes representantes.

 

Su primera predicación fue a los 12 años de edad. Él mismo relató que sus hermanos lo animaban a ello y que, con la convicción que por sus poros emanaba, conocería un futuro dedicado a la vida del evangelio de su iglesia.

De esta forma se convirtió en un líder juvenil destacado y muy interesado en la evangelización. Años más tarde y en su proceso de formación, conoció en carne propia la discriminación y marginación de años en los que la monopolización de la religión era algo incuestionable.

 

Nunca se sintió avergonzado, al contrario, en todo momento mantuvo una valentía y una tenacidad merecedoras del respeto que incluso fue compartido por todos los civiles y las autoridades públicas que defendieron siempre el valor de la pluralidad y libertad de culto.

 

Cursó sus humanidades en el Liceo Amunátegui, donde lo impresionaron las clases de castellano e historia, esta última a cargo del famoso académico e historiador Ramírez Necochea. Su deseo era estudiar derecho, y consiguió ingresar a la carrera en la Universidad de Chile, en Valparaíso. Aunque se trataba de la carrera de sus amores, al tercer año se dio cuenta de que su verdadera vocación era el ministerio pastoral.

 

Para ese entonces había conocido a una distinguida señorita: María Betsabé, hija de don Fernando Valenzuela, director de Aduanas de la época. Aunque no compartían la misma religión, juntos descubrieron un camino que los unió en matrimonio y con el desafío de entregar su vida y amor a la construcción de una sociedad y una iglesia mejores.

 

Al contraer matrimonio, en 1960, decidieron viajar a estudiar a California (Estados Unidos), donde se prepararon para el ministerio pastoral en el Latin American Bible Institute. Allí estudiaron y al mismo tiempo levantaron una iglesia en la ciudad de La Puente, California, que hasta el día de hoy existe y que ha dado vida a muchas otras congregaciones.

 

En el extranjero, en su pasaje por lograr ganar experiencia, nacieron sus cuatro hijos: Ruth, Pablo, Daniel y David. En el año 1966 decidieron regresar a su natal y extrañado Chile, bajo el anhelo de ayudar en la creciente organización que lideraba su padre: la Misión Pentecostal Apostólica.

 

Tras años de servicio y de predicación, en los que logró el respeto y la admiración de sus hermanos, asumió un rol importante en su propia organización, la Iglesia Pentecostal Apostólica, y logró obtener su presidencia a contar de 1983.

 

Luego, en 1985, fue reconocido por sus pares como obispo. Traer a la memoria y el conocimiento de todos los presentes la serie de actividades de gran importancia y misiones que encabezó el obispo Anabalón nos obligaría a estar largas horas refiriéndonos a la admirable y encomiable tarea que desarrolló durante sus años a cargo de la Iglesia Pentecostal.

 

Pero con el afán de reconocer su importante aporte en diferentes labores pastorales, quiero dejar constancia de su trabajo y participación en algunas actividades, como la Cruzada a Cada Hogar, Sociedades Bíblicas, Conela, Asociación Evangelística Billy Graham, Consejo de Pastores, Haggai Institute, entre muchas otras.

 

En definitiva, el obispo Anabalón se convirtió en la referencia de todas las organizaciones internacionales que buscaban extender su mensaje en el país. Gracias al reconocimiento de sus hermanos, en muchas ocasiones encabezó las delegaciones nacionales en eventos internacionales, tales como Lausana, en 1974, aquel trascendental congreso de evangelización mundial en el cual se subscribió el famoso Pacto de Lausana, cuyo promotor en Chile fue el obispo Anabalón. Los distintos congresos en Amsterdam, organizados por la Asociación Evangelística Billy Graham, los congresos de Comibam, entre otros.

 

Posiblemente el obispo Anabalón sea recordado por sus pares y por el mundo evangélico, entre otras cosas, por la instauración del Servicio de Acción de Gracias (Tedeum Evangélico), en 1975, que se ha realizado ininterrumpidamente hasta el presente. Son muchas las causas a favor de la libertad religiosa en Chile en que el obispo Anabalón participó fervientemente. De esta forma, el país conoció su defensa permanente por la libertad de culto y por levantar en lo más alto el respeto por quienes tienen convicciones religiosas distintas.

 

Ello lo provocaba el hecho que los hijos de sus hermanos evangélicos eran obligados a participar de una clase de religión que no profesaban. Esto hizo que el obispo Anabalón se transformara en un ferviente luchador para que se impartiera también la clase de religión evangélica en todos los colegios públicos donde los padres la requirieran, relacionando con ello la contratación de profesores de religión evangélica por parte de los municipios, entre muchas otras iniciativas, como la formación de docentes y la certificación de los educadores cristianos para dictar clases.

 

Por esto, recibió el reconocimiento de muchos quienes buscamos el respeto a todas las creencias, entre los cuales me incluyo. Y no fue solo en el mundo de la formación donde se concentró su preocupación por el respeto a las diferentes expresiones religiosas. También defendió con mucha fuerza la necesidad de capellanes de distinta visión a la católica al interior de nuestras Fuerzas Armadas y, asimismo, facilitar cualquier intento de agrupación evangélica al interior de cada una de las instituciones de nuestro país.

 

El obispo Anabalón fue un convencido de que en Chile no existieran ciudadanos de segunda categoría. Por eso, junto a muchos de sus hermanos y gracias a la colaboración parlamentaria de muchos de nosotros, después de largos años de esfuerzos y dedicación se logró una ley que permite a Chile entero otorgar el merecido respeto y espacio a quienes profesan una distinta creencia.

 

El obispo Anabalón Duarte fue, sin duda, una de las piezas claves y más relevantes del mundo evangélico para encabezar la propuesta de ley desde la perspectiva evangélica, que dio lugar a la ley N° 19.638 o de libertad de culto, de igualdad religiosa, que se promulgó a fines del gobierno del Presidente Eduardo Frei, cuyos reglamentos se dictaron durante el mandato del Presidente Ricardo Lagos. Participó en diferentes organizaciones evangélicas tanto a nivel nacional como internacional. La más conocida, por su importancia e implicancia, fue el Comité de Organizaciones Evangélicas, por su trabajo en la ley de libertad de culto, sin despreocuparse ni un instante como obispo de la Iglesia Pentecostal Apostólica.

 

Una vez cumplida su misión, ese Comité, dio paso a la Mesa Ampliada Une-Chile, donde cumplió una labor encomiable. Fue parte del comité ejecutivo de Mesa Ampliada, apoyó de manera sincera y honesta a su actual moderador, alcanzando objetivos soñados por el pueblo evangélico: capellanía en las Fuerzas Armadas y de Orden, capellanía en La Moneda, Oficina de Asuntos Religiosos en la Casa de Gobierno y clases de religión evangélica en los establecimientos municipalizados, entre otras muchas gestiones.

 

Tras años de convivir y mantener una relación silenciosa con un triste cáncer, el obispo Anabalón nos dejó el 7 de octubre de 2012. La iglesia evangélica chilena sufrió de esta manera la pérdida de un gran “varón” de Dios, llamado entre sus hermanos de tal manera, ya que se reconoció en él su entrega y fiel servicio a sus convicciones y a la estabilidad de su pueblo.

 

Señor Presidente, queridos colegas, amigas y amigos, estimados hermanos en Cristo, el obispo Francisco Anabalón fue un hombre que merece esta mañana y todos los restantes días un espacio en nuestra memoria, y Chile debe reconocerlo. Sus predicaciones y opiniones eran respetadas por la iglesia evangélica, de igual manera que por la inmensa mayoría de la sociedad. Las autoridades políticas del país solicitaban sus sugerencias en distintos temas de nuestro acontecer diario.

 

Sin duda, fue un líder íntegro, con valores espirituales y morales intachables. Practicaba la ética pastoral manteniendo una vida de ejemplo en el orden eclesiástico y secular. Siempre preocupado de otros, especialmente de su esposa e hijos. Definitivamente, un ejemplo de vida. Las actuales generaciones disfrutaron de su amabilidad, sencillez y cortesía.

 

Las nuevas gozarán de su gran legado. Hoy la Honorable Cámara de Diputados recuerda con gran alegría, respeto y admiración la figura del obispo Anabalón. Quiero extender mis saludos y agradecimientos a su familia y hermanos de su organización por permitirnos acompañar al obispo Francisco Anabalón en el camino por pavimentar espacios de mayor respeto y tolerancia entre todos los chilenos. Cierro mis palabras solicitando a los presentes un caluroso aplauso a quien fuera en vida un líder natural del pueblo evangélico: el pastor Francisco Anabalón Duarte. Muchas gracias. -Aplausos.

 

El señor MONCKEBERG, don Nicolás (Presidente). - Tiene la palabra el diputado Pedro Araya. El señor ARAYA (de pie). - Señor Presidente, el pasado 7 de octubre supimos de una gran pérdida para nuestro país. Don Francisco Anabalón Duarte, un gran y fiel devoto de la comunidad religiosa evangélica, nos dejaba para partir al encuentro de Dios Padre.

 

Pero no sin antes habernos entregado una serie de enseñanzas, manifestadas tanto en la forma en que sentía su vida diaria como en el magisterio que enseñó durante ella. A modo de referencia histórica, me gustaría señalar algunos hitos en el devenir del tiempo de las organizaciones religiosas que, de alguna manera, nos pueden mostrar este magisterio de profunda entrega a la vida espiritual. La Iglesia Pentecostal Apostólica comienza a surgir a mediados de los años 30, uno de sus fundadores fue Francisco Anabalón Rosales, padre de Francisco Anabalón Duarte, a quien la Cámara le rinde homenaje. De esta manera, desde su pequeña infancia, se crió rodeado de los valores evangélicos que pregonaba su padre y, naturalmente, de los fieles que comenzaban a acompañar estos ideales. Ya en edad temprana, fue aseverando su compromiso con la fe, al ser, un miembro activo de la iglesia que fundó su padre.

 

Su consecuencia con esta tarea se manifestó en la construcción constante de esta obra: fue pastor del circuito central; posteriormente, vicepresidente de la misión y, finalmente, en 1982, sucedió a su padre en la presidencia de la Iglesia Pentecostal Apostólica. De esta forma, podemos afirmar que conoció la organización de la Iglesia desde los niveles más bajos hasta su cúspide, lo que no podría ser de otra manera, dado el impresionante ejemplo que siempre mostró en vida. Su magisterio comenzó ya cuando ejercía como presidente y obispo. Abocado a la construcción de una iglesia cada vez más grande y numerosa, su tarea fue, en sus propias palabras, la de trabajar en amistad y respeto con las autoridades civiles y continuar la expansión de la misión, consolidando a su vez las obras ya existentes y enfocar la visión de la misión haciendo de esta “Una Iglesia con Propósito”. Bajo su dirección, la Iglesia Pentecostal Apostólica de Chile siguió creciendo no solo dentro del país, sino que también se expandió fuera del territorio nacional.

 

Las barreras de nuestro territorio se ampliaron notablemente, alcanzando países como Argentina y Uruguay, los que actualmente abarca la misión. Su trabajo en la iglesia no le impidió restarse del mundo civil y menos en lo que concierne a la labor que desarrolla la Cámara.

 

Es así como el obispo Anabalón fue un miembro activo en la tramitación de la ley 19.638, de 1999, para Establecer Normas Sobre la Constitución Jurídica de las Iglesias y Organizaciones Religiosas, más conocida como Ley de Libertad de Culto, lo cual constituye un verdadero hito histórico en el desarrollo legislativo de nuestro país. Durante esta labor legislativa, según nos cuenta la historia de la ley, nuestro homenajeado veló siempre por un espíritu conciliador, sin intentar sobreponer sus credos a los demás, sino siempre buscando la mayor cercanía con la igualdad y la justicia.

 

En efecto, se opuso fervientemente a aquellas opiniones en las cuales se acusaba a la Iglesia Evangélica de intentar perjudicar a la Iglesia Católica con el proyecto de ley que se discutía en esa época, dejando en claro que tales acusaciones eran falsas y que la ley no debía regular desde el punto de vista de la uniformidad, porque todos los credos son distintos y tienen sus diferencias, pero lo que sí debía garantizar la legislación era la igualdad ante la ley.

 

Todo este trabajo legislativo coincide con su amplia dedicación a la iglesia y a su relación con el resto de la sociedad chilena. Sin duda, hoy rendimos homenaje a un verdadero servidor público, a una persona que hizo de su vida y de su trabajo diario una lucha constante por construir un Chile más justo, solidario e inspirado en los valores del evangelio.

 

Como bancada PRI e Independientes, las diputadas señoras Alejandra Sepúlveda y Marta Isasi, y los diputados señores Miodrag Marinovic, Pedro Velásquez y Roberto Delmastro, no hemos querido estar ausentes. Reconocemos en el ejemplo del obispo Anabalón la necesidad de luchar diariamente por construir un país más tolerante y diverso. Su ejemplo se hace manifiesto.

 

Él nos enseñó a aceptar toda forma de vivir la espiritualidad y la religiosidad como un valor en el que debemos avanzar como país. Como sociedad, debemos conocer todo lo que nos entregó a diario el obispo Anabalón, respecto de cómo construimos un país más integrado, mirando los valores del evangelio.

 

Lo que cada persona construye con su acción es lo que queda de su memoria y, sin duda, el obispo Francisco Anabalón puede ser para todos nosotros un modelo a seguir en cuanto a la entrega al prójimo y el respeto hacia los demás. Que Dios, en sus infinitas formas, lo acoja en el reino de los cielos para que cuide siempre de una hermosa tierra y de sus grandes personas; que cuide siempre a nuestro querido país, a nuestro querido Chile y a su iglesia. Muchas gracias. -Aplausos.

 

El señor RECONDO (Vicepresidente).- Tiene la palabra el diputado de Renovación Nacional y Presidente de la Cámara de Diputados, Nicolás Monckeberg. El señor MONCKEBERG, don Nicolás (de pie).- Señor Presidente, en primer lugar, quiero agradecer a los pastores, a la familia de don Francisco Anabalón que hoy nos acompaña y, especialmente, cada una de las palabras que hoy hemos escuchado, que son justas y nos muestran el legado que el obispo Anabalón dejó en cada una de nuestras regiones.

 

En dos líneas, el evangelio nos indica lo que fue el obispo Anabalón en Chile, cuando nos dice: Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? El mismo evangelio nos dice que no es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buenos frutos. Tan solo revisando los frutos y las obras que el obispo Anabalón nos fue dejando a lo largo de su vida, ya podemos hacer un juicio 7 8 CÁMARA DE DIPUTADOS certero de lo que fue su paso por esta tierra.

 

En primer lugar, honró a su padre, como lo manda el propio mensaje de Jesucristo y, precisamente, fue el ejemplo de su padre el que lo inspiró a entregar su vida a Cristo y al apostolado evangélico. A partir de entonces, don Francisco Anabalón se dedicó a continuar la obra que ya se encontraba desarrollando hace varios años, de la cual muchos de nosotros, particularmente en lo personal, en la comuna de Quinta Normal, hemos tenido el beneficio de ser testigo presencial.

 

Quizás su mensaje más importante e inspirador fue que para hablar de Dios y para promover los valores del Evangelio no había que estar encerrado en un templo, sino que había que llevarlo a cada uno de los rincones de los trabajos de nuestra vida. Se ha dicho mucho aquí al respecto, y quiero ser enfático, es muy probable que hoy no contáramos con la Ley de Culto, que es la ley que permite la libertad religiosa, si no hubiese sido por la contribución personal y directa y el compromiso del obispo Anabalón en esta causa.

 

Finalmente, quiero destacar algo por lo cual el obispo Anabalón se desvelaba y que hoy, desde el cielo, debe estar inspirando y ayudando para consolidarlo. Me refiero a la unidad de las iglesias evangélicas en Chile y en nuestras sociedades. Él fue creador del Consejo Nacional de Pastores y Obispos de Chile, del cual fue presidente por más de 15 años. Si hay algo que requiere el mensaje del evangelio es la unidad para promoverlo y sembrarlo en cada uno de nuestros corazones. Como todos sabemos, debió enfrentar una enfermedad dura, difícil y dolorosa, y el Señor lo llamó a la vida eterna a los 75 años de edad.

 

Tras su muerte, fueron muchos los que quisieron ir y homenajearlo. Por de pronto, autoridades de distintos sectores políticos; el Presidente de la República, quien por primera vez en la historia concurría a esta simbólica ceremonia de despedida y recepción, en este caso, del obispo Anabalón en el cielo.   Tras su muerte, se abrió un libro de muchas condolencias virtuales en la página web de la Iglesia Pentecostal. Llegaron mensajes de todo el mundo, de Brasil, Estados Unidos, Uruguay, todos con un cariño enorme. Uno de ellos expresaba: “Gracias, Señor, por haber conocido a este gran siervo, quien fue un ícono de nuestra fe y nos representó reiteradas veces ante las autoridades de nuestro país.” Otro decía: “Obispo, muchas gracias por su vida. Cuando yo sea grande quiero ser como usted.” Parlamentarios, familiares, pastores, no tengo duda alguna de que el obispo Francisco Anabalón sembró en tierra fértil; ya sus hijos y quienes lo siguieron están dando fiel testimonio de ello.

 

Termino recordando las palabras que el obispo Anabalón dejara escritas y que, tal vez, son el mensaje que quiso dejar para un día como hoy. Decía: “Las leyes no cambian los corazones. Nuestra misión es cambiar los corazones de los seres humanos.” He dicho. -Aplausos.    El señor RECONDO (Vicepresidente).- De esta forma, la Cámara de Diputados de Chile ha rendido homenaje al obispo evangélico y presidente de la Iglesia Pentecostal Apostólica y del Consejo de Pastores de Chile, señor Francisco Anabalón Duarte, recientemente fallecido.

 

Agradecemos la presencia en la tribuna de honor de los pastores y de los familiares del obispo Anabalón, que nos han honrado con su presencia. Muchas gracias. -Aplausos. -Los asistentes a las tribunas entonan, de pie, un himno religioso”.

 

El Centro de Documentación, Archivo y Biblioteca, de nuestra Iglesia Pentecostal Apostólica, pone a su disposición este documento con las intervenciones de los Honorables Parlamentarios de la República de Chile, quienes hicieron uso de la palabra, en representación de sus bancadas y de esa forma homenajearon, de carácter póstuma a nuestro amado Obispo Francisco Samuel Anabalón Duarte, resaltando la entrega a su familia, trabajo pastoral y liderazgo eclesiástico de carácter interdenominacional. 

 

Toda honra y gloria sea a nuestro Señor.

 

(1) :https://www.camara.cl/verDoc.aspx?prmid=9671&prmtipo=TEXTOSESION

 

Autor y Recopilador: Pastor Matías Sanhueza Fernández: Mg. Ciencias Políticas – Politólogo.

Director del Centro de Documentación, Archivos y Biblioteca, CEDAB, Iglesia Pentecostal Apostólica. Miembro de la Corporación Patrimonio Histórico y Militar de Chile. - Miembro de la Asociación Chilena de Historiadores. Entre otras actividades y responsabilidades.


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Comentarios: 1
  • #1

    Pastor Marcos Astroza (lunes, 12 agosto 2024 02:46)

    Sin duda al recordarlo me inunda el corazón de una gran emoción, al leer las líneas de muchas palabras de cada parlamentario al referirse a nuestro gran obispo Francisco Anabalon como un icono que proporciono con una dedicación a innumerables ideas eclesiástica para promulgar la ley de libertad culto que hoy tenemos de ser parte y conocernos como entidades religiosas
    Ya han transcurrido 12 años de su partida me sumo a las muchas palabras de diferentes parlamentario y decir gracias por permitirme de haber conocido a un gran ciervo de señor Jesucristo que más de una vez me abrazo y me dió buenos consejos que atesoro en mi corazón